4C. «Sayonara, cáncer» – Superguerreros T contra los tumores

En el primer capítulo de la serie «Presentando a los guerreros», os hablaba sobre los reclutas del bando de refuerzo (conocidos entre amigos como «CD4») y los del bando rápido de ataque (y que entre ellos se llamaban «CD8»). Sea cual sea su destino, ambos tienen en común formar parte del comando mayor: las células – o linfocitos – T. ¿Pero…por qué hemos vuelto a ellos? Pues simplemente porque hoy os quiero hablar de sus «super»-semejantes , aquellos que han sido manipulados fuera del cuerpo para conseguir acabar con uno de los enemigos más difíciles de nuestro tiempo: el cáncer.

Formando super-guerreros: las células T-CAR.

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Por si no os imaginabais como lucía un super-guerrero…aquí os dejamos un spoiler (menos mal que su agresividad está enfocada hacia los tumores…fiu)

A pesar de que, como ya vimos, existen distintos tipos de inmunoterapia, una de la más reciente se basa en el uso de células T manipuladas que las permiten convertirse en super-células T, también conocidas entre los investigadores como células T-CAR. Sus resultados son sorprendentes: en ensayos clínicos frente a un tipo de leucemia, más del 80% de las personas que recibieron en su ejército a estas super-guerreras entraron en remisión y sus tumores desaparecieron. No creas que esto es algo que se queda en el laboratorio, desde hace muy poco la inmunoterapia CAR-T ya se está usando para tratar cánceres en humanos. En el momento de escribir esta entrada, la terapia CAR-T se usa para tratar un tipo de linfoma conocido como no-Hodgkin, así como una leucemia, llamada leucemia linfoblástica aguda.

Vale, vale, pero, ¿en qué consiste todo esto de los superguerreros T?

Como veíamos aquí, los soldados T cuyo detector único (el receptor de célula T) lograba pasar las pruebas impuestas en la Academa Timica, estaban preparados para formar parte del ejército inmunitario y ayudar a reconocer a los invasores para los que habían sido entrenados. Como ya os explicaba en otra entrada, las células rebeldes, aunque nos pese, son generalmente vistas por nuestros guerreros como «una más» del grupo. Sólo empezarán a ser reconocidas si empiezan a diferenciarse mucho del resto de células obreras y producir neoantígenos (esas sutiles diferencias), como veíamos aquí.

Aunque sería genial encontrar sutiles diferencias, ya que así el ataque de los guerreros T sería específico frente a rebeldes, esto no es tarea sencilla. Pero podemos hacer algo muy loco. Cojamos, por ejemplo, a nuestros guerreros B. Los investigadores sabemos que podemos reconocerlos si, cuando le «preguntamos», una de las cosas que nos responde es «CD19». Por supuesto, los detectores de los guerreros T que reconozcan CD19 darán la alarma en la Academia Tímica y provocará la destrucción fulminante de estos soldados. Bueno pero…¿y si creamos nosotros un detector que se escape de este férreo control de la Academia y le decimos que reconozcan a CD19 y…lo destruya? En este caso, estaremos ante el desarrollo de una supercélula T, con un superdetector que destruirá a todas las células que respondan al nombre de CD19, lo que incluye no solo a nuestros soldados B, sino también a células B rebeldes.

Las supercélulas T son, por tanto, supersoldados que han recibido un detector único que los investigadores hemos diseñado en el laboratorio previamente. Este detector puede reconocer, idealmente, alguna de esas sutiles diferencias de las rebeldes o bien, como os explicaba más arriba, alguna otra porción que incluso sea compartida entre rebeldes y obreras. El proceso de conversión de un soldado T en un supersoldado T comienza extrayendo los primeros de la sangre de los pacientes y cultivándolos en un laboratorio.

Los nuevos detectores e instrucciones se introducen en los futuros superguerreros con la ayuda de unos virus «majos» (que no nos provocan enfermedad), donde se les indicará la manera de producir estos nuevos detectores (ahora llamados «CAR», de ahí el nombre de esta terapia) de última generación que les permitirán reconocer un nuevo compuesto distinto para el que habían sido entrenados.

Estos detectores se han ido mejorando durante los últimos años para hacer que las supercélulas T duren más, sean más agresivas, o no puedan ser manipuladas por los susurros de la muerte de los tumores. Una vez que estas supercélulas T han recibido las instrucciones y han comenzado a producir sus receptores, los médicos las recogen y se las inyectan a los pacientes. Una vez dentro, circularán por todo el organismo en busca y captura de rebeldes.

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Aunque parezca tan sencillo, encontrar las instrucciones que portan los virus «majos» no es tarea sencilla…

Inyectar estas excelentes guerreras tiene una doble ventaja, y es algo que las diferencia de otros tipos de inmunoterapia que existen en la actualidad. Por ejemplo, pueden ser adoptadas por nuestro ejército inmunitario y vivir en el organismo durante mucho tiempo, hasta 10 años, por lo que se sabe actualmente. Son noticias excelentes, puesto que las convierten en una «terapia viva», una suerte de guardianes sin descanso que estarán continuamente patrullando en busca de células listillas que quisieran volver a iniciar el tumor de nuevo. De esta forma, se evitan las recaídas, que suele ser, junto con las metástasis, uno de los aspectos que menos queremos escuchar del cáncer.

Y te voy a poner un ejemplo muy actual con el que estoy convencido de que esta terapia no se te olvidará fácilmente. La leucemia linfoblástica aguda de linfocitos B se caracteriza porque los guerreros de tipo B se dividen sin control, y provocan que haya cada vez menos guerreros funcionales y, por tanto, que las invasiones no puedan controlarse. Una de las características de los guerreros B es que se identifican así mismo como «CD19». Por lo tanto, no es de extrañar que uno de los primeros receptores que produjeron las supercélulas T fuera contra esta molécula de identidad.

Curando el cáncer con super-guerreros…¿realidad o ficción?

Cuando los pacientes con este tipo de leucemia reciben a estos guerreros mutantes, prácticamente todas sus células B son destruidas, tanto las buenas como las malas, permitiendo su remisión (y eventual curación) y logrando que su ejército vuelva a funcionar de forma normal. Hace un tiempo se dio a conocer el caso de dos bebés afectados con este tipo de cáncer de la sangre y que no respondían a los tratamientos habituales con quimioterapia. Tras decidirse que deberían recibir a estos guerreros manipulados, los bebés se encuentran, dos años después, en remisión completa de la enfermedad.

¿Increíble verdad? En la actualidad se están estudiando nuevas instrucciones que puedan ser entregadas a los guerreros T para convertirlos en superguerreros contra una gran variedad de tumores. El único problema con el que se topan los investigadores es encontrar la molécula específica del enemigo, algo que no es nada fácil y que resulta aún más complicado en los tumores sólidos (como los de mama, colon, pulmón…), aunque existen muchos grupos distribuidos por el mundo que, quien sabe, podrían revolucionar el tratamiento contra el cáncer de manera drástica muy pronto.

Es más, en los últimos años se está empezando a crear superguerreros asesinos naturales, o incluso superguerreros macrófagos, todos ellos con la misma finalidad con la que se crearon y están usando estos superguerreros T: derrotar al cáncer de una vez por todas, usando a nuestro ejército interior.

Autor: JesusBTC

Cuando estaba terminando mis estudios de Licenciatura en Biotecnología en la Universidad de León descubrí que había algo que me apasionaba más, si cabía, que la propia ciencia: ¡la inmunología! Desde entonces, y tras especializarme en esta fascinante rama de la ciencia por la Universidad de Madrid, no he parado de investigar sobre cómo ese enorme ejército que todos tenemos es capaz de influenciar prácticamente todo lo que nos rodea. Tras terminar mis estudios de doctorado en la Universidad de Wurzburgo (Alemania), actualmente trabajo en el Instituto de Biología Molecular de Maguncia (Alemania), donde compagino con labores de divulgación a través del Blog "Immunonews: ¡El blog guerrero!" y la Sociedad Española de Inmunología.

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